PRINCESAS!!

Solo la que ha sentido que estaba tirada en el suelo, sabe lo duro que resulta levantarse y, sobre todo mantenerse en pie. No dejeis que el peso de vuestra corona os impida llevar la cabeza bien alta.
Somos luchadoras y nos sacrificamos por lo que queremos, no dejeis que nadie os haga arrodillaros, pues la coronita podría tambalearse...


Una buena princesa lucha por sus sueños hasta el final, pero siempre teniendo claro cuales son..

No vale de nada seguir un camino de esfuerzo y sacrificio para terminar con la muerte, pues ésto es un estilo de vida, no una búsqueda de la destrucción.

Tener siempre vuestras metas claras e ir a por ellas, la belleza es relativa, así que no dejeis que nadie os diga si estais lo suficientemente delgadas o si por el contrario teneis que seguir haciéndolo.
Tampoco dejeis que la tristeza os domine, siempre habrá alguien que os escuche y que os anime a seguir, no estamos solas ;)
Podemos conseguir que nuestra imagen nos muestre el reflejo de lo que queremos ser, que Ana y Mia nos ayuden y nos acompañen, pero no les entregueis vuestra vida ni vuestra personalidad, no dejeis que os dominen por completo, o estareis perdidas...
Demostremos al mundo que podemos conseguir nuestra meta...suerte, valor y fuerza.
Os amo princesas.










sábado, 12 de junio de 2010

CuentO de Ana y Mia

Lucía era la niña gordita de clase. No tenía amigas porque debido a sus complejos era muy tímida, además los niños se burlaban de ella por su peso y ninguno se le acercaba a conversar con ella, pues no era linda como sus compañeras.
Ella estaba muy sola, no tenía a quien poderle contar lo horrible y fea que se sentía, ni entendía porque no podía ser como las demás.
Así que al principio del nuevo curso no tenía ningún ánimo de comenzar sus clases, ni se sentía capaz de soportar las burlas de todos los años, pero como no le quedaba de otra, acudió al colegio.
Había dos nuevas compañeras.
Una de ellas se llamaba Ana. Tenía los ojos azules, grandes y claros, el pelo negro, largo y liso, de aspecto frágil y piel blanquecina, y su cuerpo, ooh, Lucia quedó sorprendida, estaba delgadísima, parecía una princesita, envuelta en un vestido sin mangas que dejaba de ver sus pequeños brazitos y sus piernas finitas.
Junto a ella había otra niña llamada Mia. Tenía el pelo pelirrojo, rizado y unos ojos verdes rasgados de dulce mirada. Ambas parecían dos princesitas.
Lucía, comparándose con ellas se veía aún más gorda, tremendamente grasienta y pensaba que ellas se dedicarían a reirse de ella como hacían todos.
Pero cuando llego el descanso, Lucía se sentó, como siempre hacia, completamente sóla en un rincón escondido del patio, comiendose un bollo y escribiendo en su diario, sucio de chocolate por estar comiendo cada vez que se ponía a escribir en él.
Cuando vio que Ana y Mia se acercaban a ella, se dispuso a aguantar como siempre hacía los insultos que éstas le dijeran, más, para su sorpresa, no fue así.
Ana y Mia se sentaron a su lado y comenzaron a hablarle. Por primera vez, alguien se acercaba a ella para conversar, se sentía confundida, pero escuchó.
Sus nuevas amigas le contaron que ellas le comprendían, que seguro se sentía triste y marginada y eso era porque no se veia linda, pero aquello podía cambiar.
 Ana sacó de su carpeta las fotos de unas niñas gordas como Lucía y le dijeron, mira así eramos nosotras antes, pero tenemos el secreto para cambiar ésto.
En ella llevaba también recortes de revistas de unas modelos espectaculares y hermosas,
- Lucía, guarda estas imágenes que hoy te regalo y tenlas siempre presentes, cuando sientas hambre en vez de comer, observalas y piensa si quieres ser como eres o como ellas. Hazme caso, nada sabe tan bien como verse delgada.
Asímismo, Mia añadió:
- Yo también ansío ser como ellas, ya me falta poco, para ello me mato a hacer ejercicio hasta que no puedo más y me acabo mareando. Pero, sabes una cosa, si me mareo no es porque esté débil, es porque soy una princesa, y soy tan sensible que siento la rotación de la tierra en mi propio cuerpo. Te confieso algo, no siempre puedo hacer como Ana y dejar de comer, a veces no lo consigo y atacó la comida llenándome de ella hasta que la tripa se me hincha, pero esto también se puede arreglar, pues puedes remediarlo frente a tu baño. Me arrodillo y pido perdón introduciendo los dedos en mi garganta, así me siento liberada.
Lucía estaba un poco asustada de todo lo que le estaban contando, y empezaba a sentir miedo por esta recien creada amistad, pero ya no estaba sóla.
Sus nuevas amigas le fueron acompañando día tras día, dándole trucos y consejos para conseguir adelgazar rápidamente y para que en su casa no descubrieran su método.
En poco más de un mes, Lucía pasó de 80 kilos a pesar 70. Había perdido 10 kilos gracias a sus nuevas amigas!!. Se encontraba un poco débil, pero estaba decidida a seguir. Su cabeza ya estaba llena de números; los que marcaba su báscula, las calorías que tenía cada alimento que comía, los días que pasaban, su mundo giraba ahora en torno a ello.
Ana y Mia le insistian en que para que su nuevo plan funcionara no debía hablar de su relación con ellas a nadie, pues no le comprenderían y le intentarían apartar de su objetivo.
- ¿ No es eso lo que quieres, verdad?- dijo Ana. Ya hace tres meses que nos conocimos y mira tu báscula, pesas 62 kilos, debes estarnos muy agradecida, aún estas hecha una cerda, pero estas en camino, recuerda que nunca se está lo suficientemente delgada.
Lucía, en muchas ocasiones, no se sentía con fuerzas de dejar de comer y le acababa fallando a Ana. Pero alli estaba Mia dispuesta a ayudarle a arreglar sus errores, y así de mano de sus dos mejores amigas, al final de curso, Lucia había llegado a pesar 60 kilos.
Después de haber bajado durante todo el año tanto peso, en casa se estaban preocupando, pues no entendían como podía haber adelgazado así, sus compañeras ahora la invitaban a jugar a sus casas y querían ser amigas suyas, y los niños de clase ya no la insultaban, sino que ya empezaban a mirarla como mujer, mejor dicho, como princesa, ya estaba dejando de ser invisible.
Cuando acabaron las clases, Lucía, Ana y Mía se desearon un buen verano, ya que hasta septiembre, por motivo de las vacaciones, no volverían a verse.
Durante todo el verano, Lucía fue siguiendo aquellos consejos y recomendaciones que le habían proporcionado Ana y Mia.
Hizo deporte, mantuvo sus dietas, sus ayunos, todo lo necesario para seguir su camino, hasta que llegó el comienzo de un nuevo curso.
Lucía estaba irreconocible. Gracias a sus esfuerzos durante los tres meses de vacaciones había perdido otros 10 kilos. Ahora pesaba 50, estaba bronceada de la playa, su pelo antes triste y apagado, ahora estaba sedoso y brillante, había comprado ropas nuevas, pues ya se atrevía a ponerse faldas y camisetas ceñidas, y había comenzado a usar maquillaje. Por fin era una linda princesita.
En cambio, Ana y Mia estaban bastante desmejoradas, no debían de alcanzar los 40 kilos de peso, ya no parecían muñequitas de porcelana, sino que sus rostros ya se tornaban pajizos, amarillentos, y sus miradas denotaban una tristeza infinita. Su cuerpo ya no era delgado ni esbelto, sino que ya casi no era ni cuerpo. Daban la impresión de que a cada paso se iban rompiendo, de que estaban a punto de desaparecer sin dejar rastro.
Lucía se quedó muy sorprendida de verlas así, las estuvo observando durante todas las clases y en el recreo, fue a hablar con ellas.
Su intención era agradecerles que le hubieran abierto los ojos, que le hubieran ayudado a alcanzar su meta y contarles que su verano había transcurrido perfectamente, y que ya, por fin, era feliz, y no necesitaba más consejos ni apoyo.
- Pero Lucía, ¿cómo eres capaz de tratarnos así?- Exclamó Ana, en una especie de grito que apenas tenía fuerza para salir de su interior. Nosotras te hemos dado todo, escuchame bien, te hemos llevado hasta dónde estas ahora, es por ello que nos perteneces. Mirate, foca, aún te falta mucho para llegar a ser como nosotras, aún no estas lo suficientemente delgada, te ves horrible. Nunca dejarás de ser nuestra, no nos puedes abandonar o todo lo que conseguiste se volverá contra ti.
Lucía no podía dar crédito a lo que oía, cojió a Ana y a Mia y las obligo a acompañarla al cuarto de baño, y mirándose frente al espejo, dijo:
- Chicas que pena me dan por lo ciegas que están, es que acaso no pueden ver lo linda que me volví y lo demacradas que están ustedes?. Yo seguí sus consejos, pero no los convertí en credos. Yo las escuché y las entendí, pero siempre tuve claros mis límites y a donde quería llegar.
Mia, muy enfadada, reclamó:
-Lucía, te hemos impuesto nuestro estilo de vida, tu lo aceptaste, ahora no nos digas que te ves bella pues no lo estás, siempre estarás en deuda con nosotras, asume que por siempre seremos parte de tí y no nos puedes dejar.
Lucía, apenada porque no la escuchaban ni la querían entender, decidió alejarse de ellas, pues en verdad ya no las necesitaba, así que saliendo del baño, se dirigió hacia el resto de compañeras y se unió al grupo de clase, a esas niñas que hace un año se burlaban de ella y que ahora la admiraban y envidiaban.
Es extraño, pero no volvió a ver ni a Ana ni a Mia, nunca pudo olvidarlas, Lucía siempre guardó de forma especial su recuerdo en la mente, y en muchas ocasiones deseó que volvieran e imaginó donde se encontrarían, tal vez encerradas en una burbuja, pues su debilidad no les impediría salir al exterior, tal vez muertas o tal vez estuvieran en cualquier otra parte, aconsejando a otra muchacha de frágil autoestima.
Lucía supo aprovechar la ayuda que le daban, supo valorar esa oportunidad, pero lo que la hace fuerte y especial, es que también supo cuando debía parar.
Y tu, ¿sabes como y cuando hacerlo?.
[LAS AMISTADES NO DURAN ETERNAMENTE, Y HAY QUE SABER ACABAR CON UNA RELACIÓN SI TE VA A PRODUCIR MAS DAÑO NI BENEFICIO, UTILIZAD A ANA Y A MIA, PERO NO OS ENTREGUEIS COMPLETAMENTE A ELLAS O ESTAREIS PERDIDAS, TENED VUESTRAS METAS CLARAS Y LUCHAD POR ELLO, MAS NO OS DEJEIS PISAR NI MANIPULAR, UNA VERDADERA PRINCESA SABE CUANDO HA LLEGADO A SU DESTINO]


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